La Vallée du fleuve: Podor.

Este año la época de lluvias ha traído agua abundante. Los campos del norte de Senegal suelen tener un color dorado, ocre, de la tierra seca que rodea cada pequeño pueblo de adobe que cruzamos con nuestro todoterreno. Esta vez primaba el verde, los campos estaban vivos, y los animales que por allí campan, mayormente cabras y burros, parecían disfrutar enormemente de este ‘regalo del cielo’. Mis compañeras de viaje suelen venir periódicamente a esta zona del Sahel, para monitorizar proyectos en los que está implicada la ONG en la que trabajamos, Asamblea de Cooperación por la Paz (ACPP), junto con sus socios locales, las personas de la organización Union pour la Solidarité et l’Entraide (USE). La sede de esta organización, apolítica y laica, se encuentra en Ndioum, desde donde se llevan a cabo las acciones y proyectos que forman parte del Programme Intégré de Podor (PIP).

A toda esta zona, que bordea la ribera izquierda del río Senegal y va desde Dagana hasta Bakel, se le llama Fuuta-Tooro, en honor a un antiguo reino que también se expandía en la orilla de lo que hoy es Mauritania. También se conoce como Vallée du Fleuve, y pertenece a la región de Saint- Louis. La mayor parte de las personas que viven aquí pertenecen a la etnia Peulh, quizá el pueblo nómada más grande del mundo, que no solo ocupan esta parte de Senegal, sino que también se encuentran en países limítrofes como Mali, Níger, Guinea, Camerún, Burkina Faso, Benin… Esta etnia no suele hablar Wolof, la lengua del 80% de la población senegalesa, sino Pulaar, que combinan con algún conocimiento del francés, herencia del pasado colonial y única lengua oficial en instituciones y escuelas.
 
Fuuta-Tooro es una región pobre, las actividades económicas que se llevan a cabo son principalmente la ganadería (cabras, burros y vacas) y la agricultura (plantaciones de arroz y de cebolla principalmente) así como una creciente variedad de formas de comercio. Aquí la naturaleza es generosa, como dicen los locales, “pero no tan generosa como en otras regiones”, por lo que ninguna actividad aquí es fácil. Hay veces que llueve demasiado y el agua te inunda los campos, el terreno arcilloso no ayuda a que filtre el agua en la tierra, hay veces que no llueve nada y cuesta alimentar animales y huertas. Es por eso que cualquier oportunidad de mejorar las condiciones de trabajo y, por ende, de vida, es algo que aquí cuenta, y mucho.
Una motobomba que acerque de manera automática el agua desde el río hasta los arrozales o las huertas evita tener que transportar el agua y regar a mano campos que a veces miden decenas de hectáreas. Esto puede ocasionar que la fuerza del trabajo humana se centre más en la siembra, en la cosecha y en la recogida. Según testimonios agricultores de Ndiayene Pendao, un simple cambio en el modo de tratar el agua puede hacer que la producción crezca, que pueda haber una producción tal que dé trabajo a más personas, que la gente del pueblo pueda consumir los productos localmente, que puedan usar el excedente para comerciar con pueblos cercanos y que los jóvenes dejen de tener en mente que la migración es su única solución para conseguir una vida digna.
Algo similar ocurrió en Thilla, un pueblo de difícil acceso a orillas del Río Senegal, ya en una región más interior. Ese difícil acceso limita y condiciona muchas de las actividades del día a día, como puede ser el trabajo y la comida. La mayor parte de los hombres del pueblo deben marchar muy temprano por la mañana para trabajar en campos o comercios bastante alejados del pueblo. En las mujeres recae el peso de la educación de los más pequeños, las tareas del hogar, la gestión de la alimentación… esta búsqueda a veces puede suponer tener que caminar entre acacias o navegar por el río (cuando no está seco) una media de 4 km tan sólo para conseguir algunas verduras, con el tiempo y el esfuerzo que eso supone. Ahora han tenido la oportunidad de implementar sus actividades agrícolas en el propio pueblo con la llegada de una motobomba y la puesta en marcha de un huerto comunitario gestionado por las mujeres, en un rol que no solo las empodera a ellas sino que también genera nuevos roles en las relaciones sociales en estas comunidades. Ese terreno puede suponer el desarrollo del papel de la mujer en estas sociedades, una autonomía alimentaria importante, el crecimiento de actividades económicas con otros pueblos y la oportunidad de demostrar que cuando uno desea su propio desarrollo va a luchar por él siempre. Que la cooperación externa no es suficiente, sino que hay que implicarse, conocer, empoderar, empujar, construir y reactivar opciones que den voz y fuerzas a quién reciba ese apoyo.
Y, como no puede ser de otro modo, no siempre es la ayuda exterior la que transforma comunidades, sino el empuje de los más jóvenes en su intento de cambiar tradiciones que llegan a lastrar, y mucho, el desarrollo local. Existe una tradición muy arraigada en la región de Fuuta-Tooro y sobretodo entre los nómadas de la etnia Peulh, y es la de considerar el ganado como si fuera el «banco» (o la «cuenta de ahorros»), como símbolo de riqueza y abundancia. . Es decir, cuántas más vacas tengas, más ‘rico’ eres a ojos de tus vecinos, más prestigio tienes. Eso, en épocas en las que los pastos son más abundantes, y que puedes mantener varias decenas y además alimentar a tu familia, puede que tenga algún sentido. Pero la sequía cada vez es más acuciante en las regiones del Sahel, el pasto brilla por su ausencia, cada vez tienes que ir más y más lejos para alimentar a tu ganado, unas vacas mal alimentadas con las que es muy difícil después obtener rédito económico. Han ocurrido muchas contradicciones entre este modo de ‘riqueza’ y la realidad real de las familias de los ganaderos, dándose en ocasiones situaciones en las que la propia familia no tiene de qué comer y el cabeza de familia sigue comprando ganado. Ahora la realidad está cambiando, muchos jóvenes optan por reducir el número de cabezas, ampliarse a otras formas de actividad económica como el comercio y poner por encima la salud de la familia antes que la de tu prestigio.
Esto, aunque no lo parezca, también puede ayudar a la agricultura y a que los campos y la tierra dejen de soportar el paso de miles de cabezas de ganado pastando y pisando la vegetación, hecho que contribuye también a la desertificación y, quién sabe si a largo plazo, se puedan recuperar hectáreas que vayan destinadas a seguir generando modos de vida agrícolas que ayuden al desarrollo de esta bella región bañada no sólo por el calor del Sol, sino también por el calor y hospitalidad de sus gentes.
Cooperante de Asamblea de Cooperación por la Paz CyL en Senegal.
 
Y aquí puedes continuar leyendo mis escritos sobre Senegal: GIVE ME AFRICA


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